A menudo hablamos de los nuevos cambios que estamos viviendo en temas de educación. Nuevas metodologías, formas de trabajar y de enseñar, de adaptarnos a las exigencias de la sociedad actual y pensar en el futuro. Desde la estimulación temprana, inteligencias múltiples, aprendizaje y trabajo cooperativo, hasta el aprendizaje basado en proyectos. Pero, ¿en qué afectan estos cambios al espacio físico?
El aula es un elemento más de la actividad docente que pide que sea re-pensado, re-estructurado y organizado adecuadamente para adaptarnos a las nuevas exigencias metodológicas y tecnológicas.
A menudo olvidamos la importancia que tiene y el rol que juega el espacio para el alumno. Un lugar en el que pequeños, y no tan pequeños, pasan la mayor parte del día. Un espacio en el que se relacionan con los demás y en el que, año tras año, se van formando como personas y preparando para el futuro.
El aula constituye un instrumento muy valioso para el aprendizaje y es un elemento a tener en cuenta en el desarrollo y gestión de la actividad didáctica. Te exponemos a continuación los puntos que, como arquitectos de espacios educativos, consideramos más importantes:
Un lugar acogedor y agradable. El aula es, ante todo, un lugar de encuentro y de relación social en el que se forjan las primeras amistades y se aprende a vivir en sociedad. Es, por tanto, un lugar en el que los chavales deben sentirse bien, estar a gusto. Un espacio amplio con zonas para aprender, pero también para descansar, comer algo o simplemente coger un libro y leer. El aula debe ser, sobretodo, polivalente, flexible y cómoda.
Funcional. El profesor debe poder desarrollar su actividad y sus programas con el material necesario y en un entorno y mobiliario adecuado. La tradicional pizarra es útil pero, ¿y si todas las paredes se convirtieran en pizarras? Se necesitan grandes espacios para dibujar, espacios para “ensuciar sin miedo”, para realizar talleres, pintar y expresarse de mil formas diferentes.
Versátil. Las aulas deben poder adaptarse al uso que se requiera en cada momento. Espacios grandes y abiertos para trabajar en grupo o espacios más pequeños y reservados para concentrarse o trabajar por parejas. Esto se consigue, por ejemplo, con paredes móviles, cubículos separados o células de vidrio. Las gradas son otro elemento bastante recurrente. Las hay móviles o fijas y no solo sirven para crear un ágora donde exponer o hablar en público; también sirven para distribuir un espacio, para almacenar cosas o para sentarse arbitrariamente y así romper con la idea tradicional de un pupitre por cada alumno.
Con personalidad propia. Debe hacerse y decorarse al gusto de sus usuarios. Cuando decoramos nuestra casa ponemos fotografías familiares, trofeos deportivos, conchitas que recogimos el verano en la playa… Todo eso nos hace sentir bien, nos trae buenos recuerdos. Los alumnos deben hacer del espacio, “su espacio” y por tanto cada clase debería ser diferente, debería ser un reflejo de quienes la utilizan cada día; de las actividades que desarrollan; las visitas escolares que realizan… De todas aquellas cosas que van aprendiendo y que pueden resultar muy útiles si están en las paredes y las vemos cada día.
Estimulante y dinámico. No hay razón para que el aula sea un espacio fijo, todo lo contrario, debería ser lo más dinámico posible. A lo largo de un curso escolar, se aprenden y ocurren muchísimas cosas, y todo eso debería estar reflejado en el entorno. Sacarle el máximo partido a todo el espacio es fundamental: “del techo cuelgan las figuras del taller de la semana pasada, ahí en la puerta están las rubricas para la dinámica de esta semana y ahí, en la pared de la derecha, están las exposiciones que hicimos ayer”. En este punto el mobiliario es otro aspecto fundamental pues, si esta bien elegido, ayuda a organizar y a dar dinamismo al aula.
Conectado. Debemos estar en conexión constante con el mundo que nos rodea: con el más cercano, formado por las otras aulas y profesores del colegio y con la comunidad, compartiendo proyectos con entidades locales y convirtiendo la escuela en un punto de encuentro. También resulta muy enriquecedor compartir la información y los trabajos de los alumnos con otros colegios e incluso otros países. Para ello hace falta una buena infraestructura de comunicación y plataformas de gestión y colaboración.
Mobiliario adaptado. El mobiliario debe ser elegido adecuadamente para la edad y las actividades propias de cada curso. No solo por cuestiones de salud (posición de la espalda, comodidad del asiento…) sino para que sea versátil y nos permita adaptarnos a cada actividad de forma que podamos unirnos o separarnos según se necesite. El uso de gradas, mesas de luz, de agua, de arena… nos ofrecen más posibilidades para dinamizar con nuevas actividades ya sean talleres, teatro, exposiciones…
En contacto con la naturaleza. El entorno natural nos hace sentir bien y tener la posibilidad de pasear una rato por la naturaleza nos permite aprender muchas cosas y ayuda a relajarse y a desconectar. En el diseño de los nuevos colegios se valora mucho estar cerca de zonas naturales, que ofrezcan al alumnado un contacto continuo con la naturaleza. Si esto no es posible porque estamos en el centro de la ciudad, podemos colocar algunas plantas en el aula y que sean los propios alumnos quienes cuiden de ellas. En cualquier caso, no podemos dejar pasar la oportunidad de acercarnos a otros lugares , hacer visitas y descubrir el mundo más allá del entorno diario, en la medida de lo posible.
Bien iluminado y con buena acústica. La iluminación y los materiales, así como las texturas y los colores juegan un papel fundamental en el desarrollo de las actividades. Hay que maximizar la entrada de luz solar y poner especial cuidado para que la luz artificial nos ayude a ver bien, concentrarnos y estar alegres; evitando en cualquier caso la falta de claridad o los reflejos molestos. Por otro lado, se deben utilizar materiales absorbentes para mejorar la acústica y colores para definir diferentes espacios. También es fundamental elegir correctamente los materiales y la buena orientación del aula.
Tecnológico. Las pizarras digitales, los proyectores y las plataformas educativas son ya habituales en nuestras aulas. Las instituciones académicas y muchas de las grandes compañías privadas (Microsoft, Apple, Google…) impulsan la carrera tecnológica dentro del aula. Todos nos ofrecen soluciones innovadoras basadas en la nube, que permiten compartir y recibir contenidos de una forma más ágil, rápida y cómoda. Además, cada vez más colegios incluyen asignaturas como programación, robótica o impresión 3D en su programa educativo. Y, poco a poco, también vamos viendo innovaciones bastante disruptivas como las gafas de realidad virtual o la inclusión de videojuegos.
Evidentemente, todo ello requiere una inversión económica importante que no todos los centros pueden afrontar de golpe pero que se puede hacer progresivamente y haciendo uso de ayudas y subvenciones. Por su parte, el profesorado debe permanecer activo y en constante búsqueda, implementando en clase las novedades que puedan ser de utilidad para sus alumnos en un futuro. Se requiere, por tanto, un esfuerzo no solo económico sino personal.
La creatividad puede ayudar a sacar provecho de espacios comunes como pasillos, rincones, escaleras, vestíbulos, patios o jardines... lo que nos permitirá establecer espacios para exponer, espacio para nuestras cosas, para mirar, para descubrir... rincones de actividades diferentes y talleres para experimentar. De esta manera multiplicamos los recursos y ampliamos su utilización. No hay razón para que el aula sea siempre el espacio fijo tradicional. Podemos organizar rincones y espacios educativos fuera del aula alejándonos de un centro aburrido, uniforme, monótono, lleno de espacios estáticos, iguales año tras año. Seguimos en la línea de Gairín y Antúnez (1996) cuando señalan lo adecuado y positivo que es exponer ideas, y trabajos en el aula y fuera de ella, puesto que, animan a sus autores, estimulan al resto del alumnado y profesorado a ponerse en actividad y decoran el centro escolar dándole un ambiente más cálido, más personal, considerando la estética en todo su valor educativo (Cela y Palau, 1997).
Ma. L. Casalrrey (2000) propone tres características a la hora de organizar el espacio:
a) pensado para los niños
b) estimulante, accesible, flexible y funcional
c) estético, agradable para los sentidos.
Por su parte, Lledó y Cano (1994) señalan cinco principios para un nuevo ambiente escolar en el aula que enumeramos a continuación:
1. El aula debe ser un lugar de encuentro entre unos y otros.
2. Deben sugerir gran cantidad de acciones.
3. Debe estar abierta al mundo que le rodea.
4. Debe ser un espacio acogedor.
5. Nuestra clase tiene que ser un lugar vivo, un lugar distinto, con personalidad propia.
El espacio y su distribución no es algo superfluo o meramente decorativo, sino que es, sobre todo, una manera de facilitar la consecución de los objetivos a los alumnos y adaptar la metodología que en cada momento estamos llevando a cabo. En consecuencia, la organización del aula siempre está relacionada con opciones metodológicas concretas que pueden ser estimulantes o inhibidoras de la actividad. Como indican Moll y Pujol (1992), los criterios metodológicos que prevalezcan en el proyecto educativo quedarán reflejados en el ambiente y en la organización de la actividad dentro del aula.
Los espacios de los centros educativos deben ser fundamentalmente polivalentes y flexibles en su uso y cumplir una serie de requisitos mínimos que la administración educativa ha legislado. Sin embargo, además de estos requisitos mínimos debemos tener en cuenta otras muchas características entre las que destacamos las siguientes:
- Posibilidad de admitir usos diversificados así como cambios en las estructuras a través de tabiques móviles, cortinas, biombos, puertas correderas...
- Espacios higiénicos, de fácil acceso, seguros, bien iluminados y cuyo colorido y textura contribuyan a crear un ambiente agradable, alegre y cálido.
- Bien planificados según el tipo de actividad que se vaya a realizar en cada momento, dando respuesta individualizada y ajustada a los necesidades específicas de los niños.
- Espacios adaptados a las características de las personas que conviven en ellos facilitando el acceso a aquellos alumnos con necesidades específicas para moverse en el centro con seguridad y puntos de referencia claros (eliminando barreras arquitectónicas y adaptando el mobiliario, la iluminación, las texturas, etc.)
- Los materiales deben ser vistos adecuadamente desde la altura de la mirada de los niños en sus diferentes edades.
- El material educativo debe estar supeditado al proyecto curricular del centro y a las programaciones de aula.
- Tanto el mobiliario como los materiales tendrán muy planificada su accesibilidad, cuidado, mantenimiento, visibilidad...
Las experiencias didácticas consultadas en este sentido muestran diversidad de criterios y planteamientos en cuanto a la disposición del espacio, cuándo y cómo llevar a cabo los cambios, toma de decisiones, selección de materiales y recursos...
Algunos autores (Cano y Lledó, 1988 ; Pujol y Mongay, 1994; Cela y Palau, 1997) señalan que la distribución de la clase no debe realizarla el profesorado sino los propios niños desde edades muy tempranas (4 y 5 años). Esta será la primera actividad colectiva que se tiene que realizar al comienzo del curso escolar. Consideran que así es más fácil establecer la clase como lugar propio y ver las posibilidades de cambio y formas distintas según los intereses del grupo a lo largo del curso.
En este sentido se pronuncian Cela y Palau (1997) señalando que la democracia comienza en el aula haciendo que el espacio y el tiempo se organicen en función de las necesidades de los alumnos y no al revés.
Otros autores, por el contrario, señalan que debe ser el equipo de profesores fundamentalmente el que, de una forma coherente, organice el espacio del centro, por áreas de conocimiento, talleres, especialidades... y sean los propios alumnos los que se trasladen de un espacio a otro (Viñas y Delgado, 1988)
Otra perspectiva interesante es la que pone más el énfasis en las aportaciones que puede hacer toda la Comunidad Educativa y en el hecho de que estas decisiones al respecto queden reflejadas en el Proyecto Educativo.
Por último, otro criterio propone la organización espacial como elemento facilitador del tratamiento a la diversidad en cualquiera de sus aspectos: intelectuales, afectivos, relacionales, motóricos...
En relación con este tema Darder y Gairín (1994) plantean la atención a la diversidad desde dos enfoques distintos y muy relacionados a la vez: a)la intervención del profesor-tutor con cada alumno de una forma individualizada según las distintas necesidades y b) el establecimiento de formas organizativas del aula y del centro que hagan de la atención a la diversidad algo estructurado, accesible en un marco general para todos los alumnos y sus familias, como pueden ser rincones específicos, talleres, etc.
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